El Universo
nos dice adiós
La más grande historia de terror
Josué
Zamarripa
¿Has visto de noche la inmensidad del cosmos, recostado en el pasto,
olfateando la oscuridad o buscando en vano las constelaciones? En esas
ocasiones sin luna, cuando todo te sabe al amargor de la nostalgia y la
tregua a tu desdicha no llega, al ver los cúmulos de estrellas, ¿has sentido
la necesidad de dar a luz algunos versos?… Sí, sé cómo se siente…
Sí, sí, ya… me vas a hacer llorar… Basta, vamos a hablar de la verdad.
Da una vuelta la tierra sobre su eje en un día y alrededor del sol en
un año, los brazos de nuestra galaxia giran también y tardan algunos
cientos de millones de años; a su vez, nuestra galaxia se mueve, ¿te
sientes mareado? A pesar de todo esto vemos las estrellas como en una
fotografía: estáticas. Nos percataríamos del movimiento de las galaxias
si éstas estuvieran cerca; la luz de la estrella más cercana, Próxima Centauri,
nos llega cuatro años después de ser irradiada (está a 37 billones
de km de distancia). Cuando vemos el cielo nocturno vemos el pasado,
para darnos cuenta, una vez que muere uno de estos astros, que habrán
pasado siglos o más.
Hasta ya iniciado el siglo XX se demostró que nuestra galaxia no era
la única, gracias a Edwin Hubble, quien calculó la distancia entre nueve
galaxias, con referencia a la nuestra.
Existen millones y millones de galaxias, y sus medidas son infinitamente
variables. Para conocer el diámetro en kilómetros de nuestra
galaxia, debes hacer lo siguiente: calcula cuántos segundos hay en un
día, multiplica esa cantidad por trescientos sesenta y cinco, ¿lo tienes?;
eso por cien mil años, después, multiplícalo por trescientos mil… Tienes
razón, mejor sigue leyendo, no perdamos el tiempo.
“Newton descubrió que cuando la luz atraviesa un trozo de vidrio
triangular, lo que se conoce como un prisma, la luz se divide en los diversos
colores que la componen (su espectro), al igual que ocurre con el
arcoíris”1, ahora ya lo sabes. La luz de las estrellas nos revela secretos
insospechados: su temperatura, a partir de su incandescencia u opacidad
(espectro térmico), qué elementos la forman (al comparar los colores,
pues los elementos son al quemarse de un color y otros de otro).
Algo más, pero aquí viene lo tenebroso: al pasar por un prisma la luz
de algunas galaxias, otra vez muy pocas, se descubrió en ellas una característica
compartida: estaban desplazadas hacia el extremo rojo del
espectro lumínico. Sé que no te digo nada, por ello analicemos el efecto
Doppler en palabras del genio de nuestra era, Stephen Hawking:
…la luz visible consiste en fluctuaciones, u ondas, del campo electromagnético. Lafrecuencia (o número de ondas por segundo) de la luz es extremadamente alta, barriendodesde cuatrocientos hasta setecientos millones de ondas por segundo. Lasdiferentes frecuencias de la luz son lo que el ojo humano ve como diferentes colores,correspondiendo las más bajas al extremo rojo del espectro y las más altas, al azul.2
Ahora bien, si el tiempo entre onda y onda es cada vez menor, la estrella
se acerca; si es mayor, se aleja –lógico, ¿no?–. El alejamiento de
una estrella implica que la luz de ésta estará más cerca de su extremo
rojo (corrimiento al rojo); si se acercara, se correría hacia el azul. Analógicamente,
cuando un vehículo viene hacia nuestra dirección el sonido
también, cuando nos pasa de largo el sonido se aleja y se escucha al
revés: rrrrrrrrrrrrrrnnnnnnnn (nosotros) nnnnnnnnrrrrrrrrrrrrr. Es evidente,
más claro no puedo.
En algún momento de su vida, Einstein ya lo había advertido, sin
embargo, el pobre ingenuo creyó que el movimiento era aleatorio, con
estrellas tanto hacia el azul como hacia el rojo. Posteriormente se descubrió
lo contrario, la mayoría de las galaxias se están fugando. En
1929, Hubble publicó que “ni siquiera el corrimiento de las galaxias es
aleatorio, sino que es directamente proporcional a la distancia que nos
separa de ellas. O, dicho con otras palabras, ¡cuanto más está lejos una
galaxia, a mayor velocidad se aleja de nosotros!”.3 El argumento anterior
está en defensa de la teoría a la que muchos le huyen: el universo se
expande, cada vez el vacío entre galaxias es más grande.
La discordia está en que si la velocidad es lo suficientemente rápida
como para expandirse el espacio eternamente o no tanto para ceder en
un colapso al que se le ha llamado el Big Crunch (o gran apretón). Hagamos
otra analogía en nuestro mundo: luego de una explosión sucede una
implosión, esto es, que la onda expansiva abre un hueco en el aire, un
vacío que, por la fuerza “G” (gravedad), se cerrará y se ha confirmado que
puede ser tan violenta como la explosión precedente (arrancaría la carne
de tus huesos). En fin: Big Bang, explosión; Big Crunch, implosión. Si
lo que digo es cierto, hasta el día de hoy seguimos explotando, los fragmentos
siguen en el aire.
Newton pudo haberlo comprobado, existían los conocimientos suficientes
para hacerlo desde el siglo XVII.
Einstein modificó su teoría de la relatividad por la creencia de un
universo en reposo:
Einstein introdujo una nueva fuerza ‘anti-gravitatoria’ [la llamada constantecosmológica] que, al contrario de las otras fuerzas, no provenía de otrafuente particular, sino que estaba inserta en la estructura misma del espacio-tiempo. Él sostenía que el espacio-tiempo tenía una tendencia intrínsecaa expandirse, y que ésta tendría un valor que equilibraría exactamentela atracción de toda la materia en el universo, de modo que sería posible laexistencia de un universo estático4.
¿El universo es infinito? Lo que conocemos se estructura así: Tierra,
Sol, Sistema Solar, Nube de Ort, Vía Láctea, cúmulo de galaxias, supercúmulo
de galaxias (cúmulos y cúmulos de galaxias), después… no
sé, quizá el abisal de negrura perpetua. ¿Seguirá más espacio?, ¿existe
una frontera?, ¿seguiremos surcando el vacío como eternos viajeros?, o
¿esto algún día se detendrá?, ¿se colapsará el espacio entero? Se aduce
que no por la evidencia de la masa del universo, todas las galaxias en
conjunto, sólo ejerce una fuerza gravitatoria mínima para su contracción.
Sin embargo, hay masa inmensamente comprimida que no podemos
ver: los agujeros negros. Incluyéndolos en la suma, quién sabe cuál
sea el resultado. Algo seguro es que el cosmos se expande un diez por
ciento cada mil millones de años –desde que las constelaciones fueron
bautizadas pareciera que no se han movido un milímetro–. Otro dato
es que se predice que no sucederá dentro de diez mil millones de años
más, que es justamente el tiempo que llevamos en expansión.
Pasando a otro asunto, Stephen King, a lado de Stephen Hawking,
es un niño en el juego del miedo. El temor que nos brinda King es como
una prostituta que finge sus gemidos; el terror, el horror que genera
Hawking es el placer en su forma pura, el miedo en su más íntima y
sincera, o fría y legítima expresión –sé que es una comparación vulgar,
pero no pude encontrar otra mejor–. Hasta en sus intentos de consuelo,
Hawking, es abrumador: “Esto [el Big Crunch] no nos debería preocupar
indebidamente: para entonces, a menos que hayamos colonizado más
allá del sistema solar, ¡la humanidad hará tiempo que habrá desaparecido,
extinguida junto con su Sol!”5 En realidad, si ningún armagedón u
holocausto provocado por el hombre mismo sucede, el Sol nos devorará
por su tendencia natural a expandirse en su muerte roja. Las generaciones
humanas de entonces, si hay, se van a acalorar.
Me resta decirte que tu vanagloria es eso: vana. Abandona toda esperanza,
no por nada se nos dice. Compara tu longevidad con la de
las estrellas, tu altura con la longitud de una galaxia, tu fuerza con la
fuerza de gravedad de un agujero negro que conocemos como supermasivo
–capaz de oscurecer soles–, tu rabia, tu enojo, tu estreñimiento
en el baño, con una aniquiladora supernova, o tu conocimiento con el
misterio del universo –nuestra ignorancia sobre él– tan grande como
el universo mismo… Lo que sabemos es un átomo de sal diluida en el
océano. A fin de cuentas morirás. ¿Qué más da? Total. A lo que sigue y
como va.Citas:
1 Stephen Hawking, Historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros, Grijalbo,
México, 1997, p. 62.
2 Ibid., p. 63.
3 Ibid., p. 64.
4 Ibid., p. 65.
5 Ibid., p. 73.