Julieta Lomelí Balver
Merienda nocturnal
En los ama-tares vespertinos la niebla acostumbra madrugar
mientras el sol arrugado dicta que la mañana es para dormir
en penumbra
en-penumbrado
en-penumbrados
De noche estando a la vigilia del sol
que la sombra del sueño no opaque a la luna
que no despierte la mañana
porque dan ganas de dormir
al silencio
a-silenciado
a-silenciados
La tarde es el momento de la merienda
de comer bostezos hasta empacharse de pesadillas
para permanecer despiertos el resto del día.
Como un mejillón
Seré la sal casi invisible que sobra bajo la espesa arena de una playa,
el gracejo que las olas desprendieron de sus aguas,
la sobra de azafrán de una costa virgen.
Seré un bagazo de sedimentos salobres
de esos que cosen la lengua
que acopian las venas,
que trinchan las ansías.
Entonces nuevamente (yo) bagatela salada
me llevarán las olas,
mudaré océano
me disolveré en agua.
Edén
Sufragaba en el desierto costero de mis piernas
siendo palabras áridas las fecundas de mi bosque;
vocal tras consonante viajan hasta mi selva
el prado favorito de tus labios.
Mordaces incisivos prenden lentamente cada uno de mis frutos.
Qué más da si no dejas cerezas en mi huerto,
o si te comes todas las hojas de mis ramas
si abandonas mi árbol desnudo en busca de un manzano
encontrando un nuevo edén estepario.
La naturaleza nos clava en frondosidad y centro,
después todo se sumerge entre fluidos y frutales.
Aunque busques una estepa, aunque encuentres un naranjo,
te será imposible huir de mis augurios corporales.
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