Mario Sifuentes
“La venganza es un plato que se sirve frio”. Desde que escuché tal sentencia, me imagino que se trata de un plato de avenaimagino que es un plato de avena. ¿Tal vez Por la pasividad con que se disfruta? ¿Por su apariencia densa y monocromática? ¿Por lo dulce que puede ser? Tal vez, o Qtal vez uizá sólo sea un entusiasta de los cereales mi entusiasmo por los cereales. De cualquier forma, el propósito de esta nota no es la disertacióndisertarsobre las propiedades evocativas de la comlo, sino las diferencias y similitudes en el tratamiento de la vendetta en dos piezas literarias es nuestro tema.
Las historias sobre los ajustes de cuentas, abundanTenemos bastantes historias sobre los ajustes de cuentas, las reprimendas, el desahogo por la reparación de un daño son frecuentes. Recordemos Desde los días de la cólera de Aquiles, en los cuales el héroe en que hecho un mar de lágrimas pide ayuda a su mamiá para castigar a los tontos feos aqueos que se han portado tan mal con él;. Ppasando por el poema anglosajón donde Beowulf tendrá que vérselas con una mamá ogro por el asuntode haber matado a su lindo retoño muerto.; hasta O bien en la historia de los Nibelungos, la en el que la bella Krimilda dará cuenta de los asesinos de su amado Sigfrido. She wants revenge, no hay duda.
Entremos en materia.: Las dos obras a tratar son cuentos. Uno le pertenece a Poe, el otro a Quiroga. Comencemos por el maestro bostoniano y después veremos a su pupilo uruguayo.
Edgar Allan Poe, el inventor de tal, el renovador de lo otro, el precursor de aquello y todos los epítetos que se le puedan dar, escribe “El tonel de amontillado”[1] y da una cátedra en lo referente a las historias de los platos que se sirven fríosservir una buena avena. Si bien la venganza la vemos en otros tantos cuentos como “El gato negro”, “Hop-Frog” o, “Tú, eres el hombre”;, es el cuento a tratar donde Poe logra plasmar mejor el tema.
“El tonel de…” es la sistemática venganza contra Fortunato, un noble italiano, por parte de Montresor, quien nos narra la historia. Mientras que en “El gato negro”, “El corazón delator” y, “El demonio de la perversidad”, los criminales se encuentran en un estado de severa psicosis, Montresor cuenta la ejecución de su plan con toda la calma y orgullo que se recrean en su alma. Fortunato le había hecho una serie de ofensas de las que no nos platica nada más, bastantes graves deben de haber sido para que al narrador no se le ocurra otra cosa mejor que emparedarlo vivo.
Pasemos al cuento de Horacio Quiroga, “La lengua”[2] es el título de éste. El autor sudamericano reconoce a Poe como uno de sus más influyentes maestros. No sería equivocado asegurar que fue el mayor. La muerte y la locura, materia prima de la obra del Uruguayo desciende en línea directa de Poe. Pensemos en el delirium tremens del protagonista de “Los destiladores de naranja”, en la culinaria muerte de “La gallina degollada” o el regreso del más allá presente en “El espectro”. Punto número uno del manual del perfecto cuentista de Quiroga es creer en el maestro como si fuera un dios.
En “La lengua”, en este caso, volvemos a presenciar una venganza. Ppor un chisme en este caso (feliz relación con otra historia del rubro, Oldboy), inventado por Felippone, contra el narrador, un pobre dentista que otrora conoció días más felices y a causa del rumor que por el rumor se ha quedado sin clientela y sumido en la pobreza. Un buen día, Felippone tiene un dolor de muelas, va al consultorio del dentista agraviado, y éste le corta la lengua.
Ya señalado de que trata cada uno vamos a ver sus características. Ambos cuentos están contados en primera persona. Es ell narrador en ambos casos el ángel vengador de cada historia. Comencemos pues con esta similitud. Montresor y el dentista. Un noble francés y un pobre sudamericano. Ambos tuvieron épocas más felices. “ Eres rico, respetado, admirado, querido; eres feliz como en un tiempo lo fui yo"[3] le dice el Montresor a Fortunato. Por otra parte el dentista señala: “Supóngase ahora lo que me pasaría a mí, con mi carrera rota a su principio, condenado a pasarme todo el día por el estudio sin clientes, y con la pobreza que yo solo sé.”[4]
Vemos a los dos resentidos por sus desgracias y reconocen en sus futuras víctimas la causa de ellas. No obstante, siguen actuando como si no pasará nada, haciéndoles creer que las ofensas han sido olvidadas y cultivando la amistad, esperando una ocasión propicia para lograr sus planes. La gran diferencia estriba tanto en la salud mental de cada uno de los protagonistas. Basta mostrar algunas de sus primeras líneas. Montresor es sereno, pragmático: “Me vengaría a la larga; esto quedaría definitivamente decidido, pero, por lo mismo que era definitivo, excluía toda idea de riesgo”[5]. El dentista sufre de una completa demencia al momento de contar su historia: “¡Loco perseguido! […] ¡A todo el que es lengua larga, que se la pasa la vida mintiendo y calumniando, arránquesele la lengua”[6].
La gran diferencia estriba en la salud mental de cada uno de los protagonistas. Montresor es sereno, pragmático: “Me vengaría a la larga; esto quedaría definitivamente decidido, pero, por lo mismo que era definitivo, excluía toda idea de riesgo”[8]. El dentista, por otra lado, desde el inicio de su discurso notamos que está demente.
Finalmente,
Hay que señalar que la preparación del crimen en “El tonel de amontillado” es toda una obra de arte. Comenzando con ambientar la historia en la época de carnaval en Italia, ya nos prepara escenas pintorescas. Poe usa los disfraces de los protagonistas para señalar las aptitudes de cada uno de ellos. El traje de bufón para la víctima y un sencillo antifaz de seda negro para el asesino. Ambos descienden a las criptas del palacio de Montresor, equipados con antorchas. Detalle importante es el momento en que Fortunato le pregunta por el escudo de armas de los Montresors. Se trata de un pie aplastando una serpiente rampante que clava sus colmillos en el talón (es curioso que en la traducción de Cortázar hable de “garras” en lugar de “colmillos”[9]). El lema “Nemo me impune lacessit”[10], parlando castellano “Nadie me hiere impunemente”. La literatura permite este tipo de imágenes y queda preguntar a quién se le ocurre agraviar a alguien con semejante historial. Otra broma,más: Fortunato hace un signo masón y le pregunta a su comparsa si él no pertenece a la orden. Montresor le dice que sí y le muestra una pala de albañil. (Guiño a la cámara).
[1] Poe, Edgar Allan, Cuentos, 1, Cortázar Julio (trad), Alianza Editorial, Madrid, 2007, p. 162-169.
[9] Contreras, Marco A., Julio Cortázar: ¿traditore?, versión disponible en http://medtrad.org/panacea/IndiceGeneral/n7_Contreras.pdf Panace@ Vol. 3, n.o 7. Marzo, 2002. [ví: 4/3/2010]
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