EL POEMA AL QUE LE DEBEMOS EL NOMBRE DE LA REVISTA:


"Si pudiera lo haría: me rociaba
de pirocromos y canela,
y vivo me
quemaba;
ah,
pero que tu pecho
fuera mi plaza pública.

Imagina: escalarte
nardo a nardo con ardor hasta los ojos,
e inaugurar el día
desde allí…

---Me sueño
este charco de sol
que se pone de pie para cantarte".

-Si pudiera lo haría, de Desiderio Macías Silva

martes, 10 de abril de 2012

Tres poemas


Diego Reyes Rojas
[Aguascalientes, 1989.
Escribe desde Xalapa, Veracruz]



Fundamentalismos
Para Maricarmen
I
Tiro las cenizas en tus piernas,
me obligas a lamer los restos
y tus ojos me golpean la nuca.
Cundo duermas a mi lado
te reclamaré las quemaduras.

II
Háblame de ti,
del lugar donde tengo que amarte,
donde tienes que amarme.
Háblame y espera a que mi sangre cambie,
que se vuelva justa y necesaria, como tu piel y el pan.
Si quieres que te escuche
pégate a mi cuerpo, como el frío a la ventana
y vacía el mundo de los muebles, de los puentes,
de los edificios, las montañas, los libros  y las carreteras.
Cuando todo sea un desierto me dejarás entrar.

III
Los dos nacimos sobre el polvo,
anudamos nuestros cuerpos como resurrectos sin eucaristía.
Exigimos la mentira airosa de la imagen y la semejanza,
de la eternidad de la ceniza sobre nuestras piernas.
Ambos esperamos la promesa de una huella,
de algún rastro funebre distinto de las tumbas,
ajeno a los altares del regreso.
Cuando bebimos el credo de las máscaras,
gesticulamos el hambre que hacía falta
para degollar las reses de nuestra furia juntos.
Moriremos en lo áspero de nuestras convicciones:
Yo como un espejo soberano de lo que se pudre;
y tú sin la extrañeza bautizmal
de una palabra segura sobre el labio.
Fuimos siempre una de esas guerras sin trincheras.

Perspectivas del naufragio

Para comenzar un punto. Para terminar un punto.
Desde un punto se levanta el humo
y humo es el principio de toda representación;
el principio del aliento hacia los mares,
del aliento hacia las cuevas,
del aliento de los hombres carcomidos
que hoy inhalan las repeticiones de mi cuerpo,
las repeticiones de mi cuerpo con costuras de metralla.

Hoy respiro sobre un punto y pienso inaugurar el mundo:
como después de la bomba
seremos siempre humo impregnado al concreto de lo nuevos muros.
A mis oídos llegó siempre un golpetear de hacha sobre la madera,
tengo astillas de la herencia entre los ojos.
Yo esperaba que en el cielo se escucharan los aviones,
la risa de una chica boba
justo antes de abrir las escotillas de la ruina.

Inhalo y exhalo para escuchar voces:
Nadie ha nacido solo. Para navegar: tripulación.
Todos conservamos un delirio.
Justo entre los ojos una astilla del naufragio, un punto;
un delirio de conciencia que se enfrenta pecho a pecho contra el sol,
un delirio de separación en estas islas,
un delirio de conciencia del que no se es único heredero.
Y pregunto:
¿Dónde flota mi cordura, la de los demás?
En un punto recorrido por las horas en jardines,
como gatos en la hierba de terrenos baldíos.
Desde un punto atravesado por los peces
                                                          y las dudas
que se hundieron hasta el mar profundo
y buscaron luz indiferente al sol y la electricidad.
Yo respiro para expeler voces que se encuentren y repitan:
Nadie ha nacido solo.
Para navegar: tripulación, marinería del naufragio:
hombres con aliento de huracanes olvidados, de traiciones de agua dulce;
hombres que inhalamos y exhalamos todo el cáncer de la historia.

M

No quiero vivir bajo las voces derrumbadas
de mi condición de plastilina o barro.
No quiero envolver de blanco el miedo
a la languidez daltónica de los perros policía,
ni  medir la dura fiebre torturada en la boca de los otros.

No voy a ceder a los barrotes de postura y paja vieja;
la imparcialidad me agobia con su polvo
en mi jaula de pequeño hombre y de pequeña vida delirante.
No quiero vivir de las apuestas universitarias,
ni pagar  impuesto a las ilusiones obligadas
de una procesión sobrevaluada y una profesión televisiva.
Desnudez y fama son premisas de una frente sin augurios,
de una vida equilibrada en la cita a pie de página
que nos dicta la costumbre.
No voy a prestar mi sangre a las ofertas
perniciosas de la sencillez y la pornografía:
he firmado los contratos de una calavera azul,
la tatué sobre mi pecho, le vendé los ojos;
mi corazón late las cláusulas de la ceguera.

Se me han ocurrido la prosa, la espada y la metáfora,
la insolencia de una máscara elegante
que hace gestos en los muros de mi conversación.
Se me ha ocurrido que algún día nos embista un día
y resistir
y salirme de mi casa y caminar las eclosiones de otras vidas;
o clavar la vestimenta diaria, la fractura,
a la espalda de un ahogado que se vaya por el mundo
recordando la futilidad del flote,
arrastrando las monedas de la corrosión y el óxido,
y las cambie por poemas de la herrumbre,
o postales cercenadas en la luz redirigida
                                                          de un cielo contaminado.

He aprendido a inventariar mis desatinos,
a enmarcar las tachaduras en mis cálculos
a pisar las olas firmes del naufragio
y me aferro a la profundidad
que deforma las premoniciones de mi juventud
                                                          y de mi paranoia.
He aprendido a deletrear mis vísceras,
a escribirlas en el pizarrón del caos,
y a pastar las consecuencias firme, bajo el sol,
como vaca ignorante del tráfico en las carreteras.

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