EL POEMA AL QUE LE DEBEMOS EL NOMBRE DE LA REVISTA:


"Si pudiera lo haría: me rociaba
de pirocromos y canela,
y vivo me
quemaba;
ah,
pero que tu pecho
fuera mi plaza pública.

Imagina: escalarte
nardo a nardo con ardor hasta los ojos,
e inaugurar el día
desde allí…

---Me sueño
este charco de sol
que se pone de pie para cantarte".

-Si pudiera lo haría, de Desiderio Macías Silva

martes, 21 de diciembre de 2010

El universo nos dice adiós: La más grande historia de terror

Josué Zamarripa

¿Has visto de noche la inmensidad del cosmos, recostado en el pasto, olfateando la oscuridad o buscando en vano las constelaciones? En esas ocasiones sin luna, cuando todo te sabe al amargor de la nostalgia y la tregua a tu desdicha no llega, al ver los cúmulos de estrellas ¿has sentido la necesidad de dar a luz algunos versos…? Sí, sé cómo se siente… Sí, sí, ya… me vas a hacer llorar… Basta, vamos a hablar de la verdad:
Da una vuelta la tierra sobre su eje en un día y alrededor del sol en un año, los brazos de nuestra galaxia giran también y tardan algunos cientos de millones de años, a su vez, nuestra galaxia se mueve, ¿te sientes mareado? A pesar de todo esto vemos a las estrellas como en una fotografía: estáticas. Nos percataríamos del movimiento de las galaxias si éstas estuvieran cerca; la luz de la estrella más cercana, Próxima Centauri, nos llega cuatro años después de ser irradiada (está a 37 billones de km. de distancia). Cuando vemos el cielo nocturno vemos el pasado, para darnos cuenta, una vez que muere uno de estros astros, habrán pasado siglos o más.
Hasta ya iniciado el siglo XX se demostró que nuestra galaxia no era la única gracias a Edwin Hubble, quien calculó la distancia entre nueve galaxias, con referencia a la nuestra.
Existen millones y millones de galaxias, y sus medidas son infinitamente variables, para conocer el diámetro en kilómetros de nuestra galaxia, debes hacer lo siguiente: calcula cuántos segundos hay en un día, multiplica esa cantidad por trescientos sesenta y cinco, ¿lo tienes?; eso por cien mil años, después, multiplícalo por trescientos mil… Tienes razón, mejor sigue leyendo, no perdamos el tiempo.
“Newton descubrió que cuando la luz atraviesa un trozo de vidrio triangular, lo que se conoce como un prisma, la luz se divide en los diversos colores que la componen (su espectro), al igual que ocurre con el arcoíris”[1], ahora ya lo sabes. La luz de las estrellas nos revela secretos insospechados: su temperatura, a partir de su incandescencia u opacidad (espectro térmico), qué elementos la forman (al comparar los colores, pues los elementos son al quemarse de un color y otros de otro). Algo más, pero aquí viene lo tenebroso: al pasar por un prisma la luz de algunas galaxias, otra vez muy pocas, se descubrió en ellas una característica compartida: estaban desplazadas hacia el extremo rojo del espectro lumínico. Sé que no te digo nada, por ello analicemos el efecto Doppler en palabras del genio de nuestra era, Stephen Hawking:

[…] la luz visible consiste en fluctuaciones, u ondas, del campo electromagnético. La frecuencia (o número de ondas por segundo) de la luz es extremadamente alta, barriendo desde cuatrocientos hasta setecientos millones de ondas por segundo. Las diferentes frecuencias de la luz son lo que el ojo humano ve como diferentes colores, correspondiendo las más bajas al extremo rojo del espectro y las más altas, al azul.[2]

Ahora bien, si el tiempo entre onda y onda es cada vez menor, la estrella se acerca, si es mayor, se aleja –lógico, ¿no?-. El alejamiento de una estrella implica que la luz de ésta, estará más cerca de su extremo rojo (corrimiento al rojo), si se acercara, se correría hacia el azul. Analógicamente, cuando un vehículo viene hacia nuestra dirección el sonido también, cuando nos pasa de largo el sonido se aleja y se escucha al revés: rrrrrrrrrrrrrrnnnnnnnn (nosotros) nnnnnnnnrrrrrrrrrrrrr. Es evidente, más claro no puedo.
En algún momento de su vida, Einstein, ya lo había advertido, sin embargo, el pobre ingenuo creyó que el movimiento era aleatorio, con estrellas tanto hacia el azul como hacia el rojo. Posteriormente se descubrió lo contrario, la mayoría de las galaxias se están fugando. En 1929, Hubble, publicó que “ni siquiera el corrimiento de las galaxias es aleatorio, sino que es directamente proporcional a la distancia que nos separa de ellas. O, dicho con otras palabras, ¡cuanto más está lejos una galaxia, a mayor velocidad se aleja de nosotros!”[3]. El argumento anterior está en defensa de la teoría a la que muchos le huyen: el universo se expande, cada vez el vacío entre galaxias es más grande.
La discordia está en que si la velocidad es lo suficientemente rápida como para expandirse el espacio eternamente o no tanto para ceder en un colapso al que se le ha llamado el Big Crunch (o gran apretón). Hagamos otra analogía en nuestro mundo: luego de una explosión sucede una implosión, esto es, que la onda expansiva abre un hueco en el aire, un vacío, que, por la fuerza “G” (gravedad), se cerrará y se ha confirmado que puede ser tan violenta como la explosión precedente (arrancaría la carne de tus huesos). En fin: Big Bang, explosión, Big Crunch, implosión. Si lo que digo es cierto, hasta el día de hoy seguimos explotando, los fragmentos siguen en el aire.
Newton pudo haberlo comprobado, existían los conocimientos suficientes para hacerlo desde el siglo XVII.
Einstein mismo modificó su teoría de la relatividad por la creencia de un universo en reposo:

Einstein introdujo una nueva fuerza ‘anti-gravitatoria’ [la llamada constante cosmológica] que, al contrario de las otras fuerzas, no provenía de otra fuente particular, sino que estaba inserta en la estructura misma del espacio-tiempo. Él sostenía que el espacio-tiempo tenía una tendencia intrínseca a expandirse, y que ésta tendría un valor que equilibraría exactamente la atracción de toda la materia en el universo, de modo que sería posible la existencia de un universo estático[4].

¿El universo es infinito? Lo que conocemos se estructura así: Tierra, Sol, sistema solar, Nube de Ort, Vía Láctea, cúmulo de galaxias, supercúmulo de galaxias (cúmulos y cúmulos de galaxias), después… No sé, quizá el abisal de negrura perpetua. ¿Seguirá más espacio? ¿Existe una frontera? ¿Seguiremos surcando el vacío como eternos viajeros? o ¿esto algún día se detendrá? ¿Se colapsará el espacio entero? Se aduce que no por la evidencia de  la masa del universo, todas las galaxias en conjunto, sólo ejerce una fuerza gravitatoria mínima para su contracción. Sin embargo, hay masa inmensamente comprimida que no podemos ver: los agujeros negros. Incluyéndolos en la suma, quién sabe cuál sea el resultado. Algo seguro es que el cosmos se expande un diez por ciento cada mil millones de años –desde que las constelaciones fueron bautizadas pareciera que no se han movido un milímetro-. Otro dato es que se predice que no sucederá dentro de diez mil millones de años más, que es justamente el tiempo que llevamos en expansión.
Pasando a otro asunto, Stephen King, a lado de  Stephen Hawking, es un niño en el juego del miedo. El temor que nos brinda King es como una prostituta que finge sus gemidos; el terror, el horror que genera Hawking, es el placer en su forma pura, el miedo en su más íntima y sincera, o fría y legítima expresión –sé que es una comparación vulgar, pero no pude encontrar otra peor-. Hasta en sus intentos de consuelo, Hawking, es abrumador: “Esto [el Big Crunch] no nos debería preocupar indebidamente: para entonces, al menos que hayamos colonizado más allá del sistema solar, ¡la humanidad hará tiempo que habrá desaparecido, extinguida junto con su Sol!”[5]. En realidad, si ningún armagedón u holocausto provocado por el hombre mismo sucede, el Sol nos devorará por su tendencia natural a expandirse en su muerte roja. Las generaciones humanas de entonces, si hay, se van a acalorar.     
Me resta decirte que tu vanagloria es eso: vana. Abandona toda esperanza, no por nada se nos dice. Comprara tu longevidad con la de las estrellas, tu altura con la longitud de una galaxia, tu fuerza con la fuerza de gravedad de un agujero negro que conocemos como supermasivo -capaz de oscurecer soles-, tu rabia, tu enojo, tu estreñimiento en el baño, con una aniquiladora supernova, o tu conocimiento con el misterio del universo -nuestra ignorancia sobre él- tan grande como el universo mismo… Lo que sabemos es un átomo de sal diluida en el océano. A fin de cuentas morirás. ¿Qué más da? Total. A lo que sigue y como va…













[1] Stephen Hawking,  Historia del tiempo. Del Big Bang a los agujeros negros, Grijalbo, México, 1997,  p. 62.
[2] Ibid. p. 63.
[3] Ibid. p. 64.
[4] Ibid. p. 65.
[5] Ibid. p. 73. 

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