Angélica Martínez Coronel
El amor condena a una sumisión estúpida pero necesaria para que un hombre se sienta vivo. Recalcitrante y pérfido, el amor va engullendo poco a poco, todo lo torna asequible y con su aquiescencia se abren puertas a los lugares más inhóspitos o más placenteros jamás pisados, es exactamente ahí donde ella desea estar pero sabe que llegará a algún paraíso como esos hasta las calendas griegas .Conoce a los agiotistas y a los oligarcas del Creador, no los calumnia ni los alaba, de hecho, si es que hiciera una venia, cuando se acerca a uno de ellos y lo enfrenta cara a cara, será solamente un intento por encontrar un ángulo cómodo para lanzarles, a sus pies con buen calzado, todo el esputo que su cuerpo permita , “Todos somos reclutas de Leva Divina si no, ¿por qué habemos tantos desertores?”.
Descuella entre tanto mortal por dos cosas: número uno: es la más libre y número dos: es la más puta que además de estar enferma niega a Dios “vuelve tus ojos a esta humildísima apóstata inmaculada”.
Camina y va prodigando caricias, se muestra solícita ante los ampulosos sermones de los sacerdotes; lleva un caminar monocorde cuando se dirige al altar para pronunciar la primera lectura, en ese instante tiene la parsimonia del abogado que sabe que salvará a su criminal: cínica avara oportunista; dentro de un relicario guarda todo tipo de anticonceptivos “no vendrán más hijos de mi Padre”; las paredes marrón del confesionario al que asiste diariamente le conocen todas las noches de vigilia y cada uno de los días de lenitivos, café y pan tostado con mermelada de fresa.
Es indulgente con el tiempo, sabe que la cronología debería centrarse en el estudio de la genealogía de las canas y que hace muchos meses quiere besar un escorpión, así, con un poco de ponzoña en los labios irá a recitar las salmodias para los beatos de smoking y las vírgenes de minifalda que a todas horas encienden veladoras a la Sacratísima Píldora del Día Siguiente.
Para mañana le solicitará, a Él, una canonjía de las muchas que hay en el Averno, después de todo ella perdona a los pecadores lo que la Iglesia no les perdonará nunca: ser humanos.
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